Lentamente
la vida se agota. Y nosotros, como es lógico, buscamos aprovecharla lo máximo
posible, porque hemos recorrido un largo camino y sabemos que todo es efímero.
Pero siempre queremos más. Buscamos nuevos objetivos, nos reubicamos
constantemente en el mundo intentando encontrar ese plácido lugar en el que
encajemos. Y pensamos que cuando lleguemos a ese lugar teórico podremos decir
que somos felices.
Recuerdo una historia curiosa. Hace unos cuantos
años encontré de casualidad caminando por la calle a un viejo amigo de la
infancia al que hacía una eternidad que no veía. Hablamos atropelladamente y
decidimos quedar a tomar un café para ponernos al día. Quedamos en una cafetería
acogedora, habitual en mis escasas pero increíblemente relajantes tardes por el
centro de Madrid, y como llegué temprano decidí entrar y buscar un buen asiento
para esperar. Entonces, me senté en la mesa contigua a un noble anciano que
tomaba una taza de café humeante. Nada más verle tuve una sensación
extrañamente familiar. Tenía esa típica expresión que sólo poseen aquellas
personas que han vivido mucho. Que han pasado por lo mejor y lo peor de la
vida, que han llegado a sus últimos años con la sensación de haber aprovechado
su tiempo, y que siguen viviendo con el único propósito de hacer mejores y más
sabias a las personas con las que se encuentran. Su pelo cano y sus ojos
vidriosos denotaban una sabiduría indescriptible, la sabiduría de la vida, esa
que no se aprende de los libros. Sin embargo, el resto de su cuerpo, viejo y
cansado, transmitía otro tipo de sensaciones. Su respiración agotada le
recordaba constantemente que su vida se estaba acabando, y que ese maldito
cáncer se apoderaba poco a poco de él.
Entonces paso una chica espectacular por nuestro
lado, de esas que te dejan boquiabierto, de esas que hacen que los ángeles
parezcan monstruos, y el anciano me miró y dibujó una sonrisa pícara en su
arrugada cara, algo que hizo que yo soltara una silenciosa carcajada. En ese
momento, comenzamos a hablar de cosas sin importancia. Hablamos del tiempo, de
deporte, de política. Me habló de su cáncer con una naturalidad asombrosa, esa
naturalidad que sólo tienen aquellas personas que han asumido su enfermedad y
han decidido luchar contra ella sin mirar atrás. A pesar de que estaba enfermo,
no dejó de sonreír ni un sólo segundo de los que pasó hablando conmigo, y
recuerdo que me resulto curiosa y extraordinaria esa capacidad para intentar
abstraer a los demás de su sufrimiento.
Al cabo de un rato hablando, me preguntó por mi
vida, por lo que había hecho hasta ahora y por los planes que tenía para el
futuro. Con más o menos detalle traté de explicarle a grandes rasgos como había
transcurrido mi vida hasta ese instante en el que me encontraba frente a él. Y
sólo se limitó a escucharme y a asentir a modo de aprobación.
Una vez hube acabado, me preguntó: "Y dime
muchacho, después de todo lo que has vivido, ¿te consideras una persona
feliz?". Seguro de mí mismo y con una leve arrogancia me quise regocijar
en mi respuesta cuando el anciano volvió a hablar: "Ten cuenta antes de
contestar que no te pregunto si eres feliz, sino si te consideras una persona
feliz. Te pregunto si todo eso que has hecho ha contribuido a llenar el espacio
de aquello que tú consideras felicidad". Entonces, no supe que decir. Me
quedé callado, no sólo sin saber cómo justificar mi posible felicidad, sino
además sin tener la certeza de que esta existiera de verdad. Y lo último que me
dijo fue: "Busca tu felicidad. Encuéntrala y no te conformes nunca."
Me quedé pensativo, tratando de entender qué sentido
tenía aquella frase. Entonces el anciano amablemente me dio las gracias por
haber conversado con él, apuro su café y se despidió de mí y del camarero.
Justo entonces y como si de un sueño me despertara, apareció mi antiguo amigo
frente a mí, y, adormilado, sacudí la cabeza para espabilarme y le di un fuerte
abrazo. Pasamos un buen rato juntos, de risas y anécdotas, y por la noche volví
a casa.
Desde entonces he vivido mucho. He ido y vuelto de
las sombras las veces necesarias como para ganarme el derecho a hablar de la
vida. Y he llegado a la conclusión de que, al igual que cada persona está
enlazada a su alma, ese enlace le proporciona una noción particular y propia de
todo lo que le rodea, ya sea real o abstracto. Y en este abstracto se incluye aquella
percepción de felicidad de la que me hablaba aquel anciano.
Para mí, la felicidad está escrita en el ADN. Los genes
que definen el pelo, los ojos o la piel, también forman el carácter, la forma
de ser, de pensar, de sentir, así como las percepciones de lo abstracto. Creo
que cada persona nace con diferentes conceptos de felicidad pero que todos
ellos se pueden medir con la misma escala.
Es fundamental entender que la vida en sí es
bastante insustancial. Pero esa insustancialidad es la base. Nacemos vacíos y
construimos nuestra persona sobre esa base común, y según nuestro ADN podemos
llegar hasta un nivel de felicidad. Ni más, ni menos.
Por ello no quiero convencerte de que seas feliz.
Todo el mundo necesita y aspira ser feliz. Como alguien dijo una vez, "la
vida es demasiado corta para estar siempre cabreado". Y todos sabemos eso
y lo tenemos asumido en mayor o menor medida.
Sin embargo me gustaría que vayas un paso más allá,
como siempre. Me gustaría que hicieses un profundo examen personal en busca de
tu percepción de felicidad. Necesito que busques dentro de ti mismo y que
extraigas de tu esencia aquella cota desde la que te considerarías no una
persona feliz, sino un YO FELIZ.
Pero necesito que hagas algo más. Necesito que
aprendas lo que estaba oculto en las palabras de aquel anciano. Necesito que,
una vez tengas asumido y fijado ese nivel al que pretendes llegar, luches. Necesito
que llores, que grites, que sufras. Necesito que caigas y no te rindas, pero
sobre todo necesito que llegues a ese nivel. Pero aún así, lo más importante no
es que llegues. Sino que desde allí, mires hacia abajo. Y pienses en este
humilde blog que intenta motivarte siempre a superar tus límites. Siempre a ser
mejor.
Necesito que pienses en Aquilea y digas: "Te
equivocas." Y consigas llegar a ser más feliz de lo que ningún gen te
imponga jamás. El YO PERFECTO aspira a ser feliz más allá de su percepción. Y
nunca se conforma con menos.
Siempre, pase el tiempo que pase, construyendo nuestro
YO PERFECTO. Perfecto y feliz.
Implacables. Incansables. Incomparables.
#ImInIn
*****English*****
Slowly
life run out. And, of course, we take advantage of as much as possible, because
we have gone a long way and we know that everything is ephemeral. But we always
want more. We look for new goals, we constantly relocated in the world trying
to find this quiet place where we fit. And we think that when we get to that
theoretical place we could say we are happy.
I remember a curious history. A few years ago I met
by chance walking down the street to an old childhood friend who had not seen for
so long. We speak hurriedly and decided to get a coffee to catch up. We were in
a warm cafe in my few regular but incredibly relaxing evenings in the center of
Madrid, and as I arrived early I decided to go in and look for a good seat to
wait. Then, I sat at a table next to a noble old man who drank a cup of
steaming coffee. As soon as I saw him I had a strangely familiar feeling. He
had that typical expression that only have those who have lived a lot. Who have
gone through the best and worst of life, who have reached their final years
with the feeling of having used his time well, and continue living with the only
purpose of making better and wiser people with whom they meet. His gray hair
and glassy eyes denote an indescribable wisdom, the wisdom of life, that we don't
learn from books. However, the rest of his body, old and tired, transmitted
other sensations. His breathing exhausted constantly reminded him that his life
was ending, and that damn cancer slowly took hold of him.
Then a spectacular girl passed us, the kind of girls
that leave you speechless, the kind that makes the angels look like monsters,
and the old man looked at me and drew a mischievous smile on his wrinkled face,
which made me let go a silent laugh. At that time, we started talking about
unimportant things. We talked about weather, sports, politics. He talked about
his cancer with an amazing naturalness, that whick only have those who have
taken their disease and have decided to fight it without looking back. Although
he was sick, he kept smiling every second that he spent talking with me, and I
remember I turned curious and extraordinary that capacity to try to abstract others
of their suffering.
After talking for a while, he asked me about my
life, what I had done so far and the plans I had for the future. With more or
less detail I tried to explain him in broad strokes as I had spent my life
until that moment that I was facing him. And he was limited to just listen and
assent as an approval.
When I had finished he asked me: "And tell me boy, after all you've lived,
do you consider yourself a happy person?". Sure of myself and with a
slight arrogance I wanted to rejoice in my answer when the old man spoke again:
"You have to consider before you answer that I don't ask you if you're
happy, but if you consider yourself a happy person. I ask you if all that
you've done has helped to fill the gap of what you consider happiness."
Then I didn't know what to say. I was silent not only without knowing how to
justify my possible happiness, but also without being sure that this really
existed. And the last thing he said to me was: "Seek your happiness. Find
it and do not settle for ever."
I was thoughtful, trying to understand what was the
meaning of those words. Then the old man gently thanked me for having talked
with him, drained his coffee and said goodbye to me and to the waiter. Just
then, as if from a dream I wake up, my old friend appeared in front of me, and,
sleepy, I shook my head and gave him a big hug. We had a great time together,
with laughs and anecdotes, and at night I came back home.
Ever since I've lived a lot. I'veve gone and returned
from the shadows enough times to earn the right to talk about life. And I've
come to the conclusion that, like every person is linked to his soul, that link
gives a very particular notion of all that surrounds him, either real or
abstract. And in this abstract is included that perception of happiness of
which the old man was talking about.
For me, happiness is written in DNA. The genes that define the hair, eyes,
skin,... defines also the character, thinking, feeling, and the perceptions of
the abstract. I think every person is born with different concepts of happiness
but all of them can measured with the same scale.
It's important you understand that life itself is pretty insubstantial. But
that insubstantiality is the basis. We are born empty and build our person on
this common basis, and in our DNA we can reach a level of happiness. Nothing
more, nothing less.
So I don't want to convince you to be happy.
Everyone needs and aims to be happy. As someone once said, "life is too
short to be always angry." And we all know that and we have assumed it a
greater or lesser extent.
However I would like you to go a step further, as always. I would like you to do
a thorough personal examination in search of your perception of happiness. I
need you to look within yourself and extract from your essence that height from
which you would consider not a happy person, but a HAPPY SELF.
But I need you to do something more. I need you to learn what was hidden in the
words of that old man. I need that, once you have taken and set the level at
which you try to get there, you fight. I need you to cry, to scream, to suffer.
I need you to fall and not give up, but mostly I need you to get to that level.
But still, the most important is not that you get. But from there, you look
down. And think about this humble blog that tries to encourage you always to
exceed your limits. Always to be better.
I need you to think about Aquilea and say, "You're wrong." And get to
become more happy than any gene ever impose you. The PERFECT SELF aims to be
happy beyond the perception. And never settle for less.
Always, over time, building our PERFECT SELF. Perfect and happy.
Relentless. Tireless. Matchless.
#ReTiMa